lunes, 25 de febrero de 2008

El Libertador jamás creyó en el socialismo

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El Libertador jamás creyó en el socialismo

Manuel Rojas Pérez

Publicado en el Correo del Caroní el 21 de enero de 2008

Hace poco el presidente de la República, Hugo Chávez, volvió a manifestar su intención de mantenerse en el poder, pese a que esta propuesta fue rechazada junto con la reforma en diciembre pasado. En razón de ello, Manuel Rojas Pérez realiza un análisis de esa intención y la compara con los ideales de libertad.

Se ha cansado de asegurar el presidente de la República, Hugo Chávez, que su rechazada propuesta de Constitución se basaba en los postulados del pensamiento del Libertador Simón Bolívar.
Sin embargo, esa retórica no es más que eso. Esa Constitución que pretendía implantarse desde el Gobierno, se enfrentaba directamente a los postulados bolivarianos, y el primer gran ejemplo de ello era que el Libertador no creía en gobiernos perpetuos, cosa en la que nuevamente insiste Chávez al proponer, en días pasados, ante la Asamblea Nacional otra consulta para ver si el pueblo acepta que siga mandando.
En una frase que el presidente Chávez pretende hoy desconocer, el Libertador resumió de manera magistral su oposición a cualquier tipo de tiranía por medio de la cual un mismo hombre se hiciera del poder de manera indefinida.
El 2 de enero de 1814, en la Asamblea Popular de Caracas, Simón Bolívar dijo que “en las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas; la voluntad del gran sultán, y demás soberanos despóticos, es la ley suprema, y ésta es casi arbitrariamente ejecutada por los sátrapas subalternos”.
Tiempo después, ya investido del título de Libertador, y ante el Congreso de Angostura, en el año 1819, sentenció el general Bolívar: “nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía”.
Esta colosal frase engloba una oposición férrea a lo que hoy pretende imponer el presidente Chávez.
La intención chavista elimina de tajo el principio de la alternabilidad, consagrado como principio en la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Alternabilidad significa el ejercicio sucesivo de un cargo por distintas personas, el cual es esencial a un régimen democrático.
La alternabilidad en el ejercicio de cargos públicos implica dos elementos fundamentales: (i) la posibilidad que diversas personas puedan sucederse entre si en el ejercicio de un cargo público, y (ii) la prohibición que una misma persona se reelija continuamente, sin límite alguno.
Con un mecanismo de reelección indefinida, esa reelección podría desvirtuarse y convertirse en una grave amenaza para la democracia por las ansias de perpetuación en el poder, denominado por los politólogos como continuismo. Una reelección indefinida traería una evidente ventaja en los procesos electorales de quien ocupa el cargo y, a su vez, es candidato a ocupar el mismo. Puede ese ciudadano verse con tanto poder en su mano, durante ese tiempo indefinido, que fácilmente se convertiría en un tirano. “En el caso de la designación del Presidente de la República o el funcionario equivalente, esta desaprobación se ha traducido en rigurosas previsiones constitucionales, así, por ejemplo, en las constituciones venezolanas de 1830, 1858, 1891, 1893, 1901, 1904, 1909, 1936, 1945 y 1947, se prohibía la reelección inmediata o para el período constitucional inmediatamente siguiente; la Constitución de 1961 prohibía la reelección hasta por diez años o dos períodos constitucionales después de la terminación del mandato, y actualmente, la Constitución de 1999, optando por una modalidad distinta para garantizar y resguardar la alternabilidad, establece en su artículo 230 que el Presidente de la República puede ser reelegido, de inmediato y por una sola vez, para un período adicional”, lo cual, aunque rompa con la tradición, las limitaciones a la reelección previstas por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (“…de inmediato y por una sola vez…”), ponen freno a las distorsiones que siempre han preocupado a nuestra democracia: el continuismo y el ventajismo electoral.
La prohibición de reelección sucesiva se presenta entonces como una técnica y garantía de control constitucional derivada en la inconveniencia de que un ciudadano se perpetúe en el poder. La inconstitucionalidad de la reelección indefinida fue categóricamente afirmada por la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia, que destacó mediante sentencia número 73 del 30 de marzo de 2006 que “…la prohibición de reelección sucesiva se presenta como una técnica de control legislativo derivada en la inconveniencia de que un ciudadano se perpetúe en el poder, pretendiendo, entre otras cosas, restar capacidad de influencia a quien lo ha ejercido, y sobre todo preservar la necesidad de que los aspirantes estén en un mismo pie de igualdad y que los funcionarios electos no distraigan sus esfuerzos y atención en asuntos diferentes a la completa y cabal realización de su gestión”.
Tales elementos fueron avizorados por el Libertador. En otra de sus célebres frases destacó que “para formar un gobierno estable, se requiere la base de un espíritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limitar la autoridad pública”.
Siempre fue el Libertador contrario a ideas monárquicas, y la oposición a cualquier forma de absolutismo es necesariamente un principio bolivariano. Luego, cualquier plan que busque legitimar el ejercicio del poder en una sola persona, de manera perpetua, se pone de espaldas a los dictados de Simón Bolívar.
“Libertador o nada”, respondió Bolívar a los que le sugerían crear una monarquía a la europea y se hiciera con el cargo de rey.
La propuesta del presidente Chávez busca acrecentar el poder en una sola mano, es decir, legitimar el absolutismo. Esas técnicas son en esencia, radicalmente contrarias a los postulados bolivarianos. Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, no podría estar de acuerdo con el plan que pretende imponerse a toda costa.

El Libertador no era expansionista, tampoco socialista

Del serio altercado del presidente Chávez con el presidente Álvaro Uribe Vélez quedó algo: Bolívar era integracionista, más no expansionista.
¿Qué significa esto desde un punto de vista histórico?
Pues el Libertador buscó la libertad de América Latina, no ser el presidente o emperador de ese continente.
Bolívar nunca buscó expandir su poderío hasta las tierras del sur, como Argentina, Uruguay o la misma Brasil. Y de eso dio fe el general San Martín.
La idea de Bolívar no era el control de América latina, sino la libertad. Sin embargo, esa no es la postura de Hugo Chávez, quien sí busca expandir su poder político y social con su chequera, con dinero que no es suyo.
Por eso, en la Constitución que proponía Chávez, y que fue rechazada por el pueblo en diciembre pasado, pretendía colar la frase Confederación de Naciones, con la única extensión de expandir la revolución chavista (no bolivariana) por todo el continente, comprando conciencias, pagando necesidades ajenas y chantajeando voluntades.
Otro de los temas que no pueden dejar de notarse, es que se ha insistido inútilmente, en que el Libertador era partidario de la doctrina económica socialista. Falso.
No son nuevas estas mezcolanzas de ideas realizadas con la peor intención posible. Ya hace bastante tiempo, Moisés Moleiro en su obra El socialismo ha huerto, ¡Viva el socialismo!, destacó: “hay otro extraño modo que asume el culto a Bolívar y a veces hace suya la crítica histórica, sobre todo la más reciente. Consiste en convertirlo de modo subrepticio en algo así como un precursor del marxismo. Participa esta visión de un prisma deformante según el cual, como el marxismo es una verdad absoluta que da razón de toda la historia anterior a él, todos los desarrollos conducen a sus categorías y conceptos. Y desde la eminencia que le garantiza el ser una verdad suprahistórica, puede juzgar el pasado, el presente y el futuro desentrañando sus más íntimos secretos.
Algo así como un orgulloso Otero desde el cual se mira y juzga el valle y se aguardan los caminos que inevitablemente confluirán en él, en la única meta posible. Este absurdo conlleva a juzgar un pensamiento político constituido por opiniones extrañas y anteriores a una teoría y a lo que ella intenta aprehender, aplicar y describir, desde la referencia que ella supone. Se le alaba o vitupera (los dos casos existen) sobre la base de parámetros y términos de comparación absolutamente ajenos a su época”.
Es cuando menos, un absurdo el pensar que Simón Bolívar fue, o tuvo intenciones comunistas.
Muy por el contrario, el Libertador asentó: “no me parece justo que si alguno está ejerciendo el empleo pretendido bien y tiene servicio e inteligencia, se le vaya a quitar para dárselo a otro, porque esto es contrario al espíritu de la inteligencia”.
De hecho, el Libertador en feliz frase, determinó lo que debe ser el camino a la felicidad económica de los pueblos, donde difícilmente entra la doctrina económica socialista: “la prosperidad del país, vendrá cuando los venezolanos tengamos el derecho de gozar y disponer libremente de sus bienes, y del fruto de su talento, industria y trabajo”.

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