lunes, 11 de diciembre de 2006

La Construcción de una Ética Pública

Publicado el 31 de agosto de 2006 en el Correo del Caroní

La inquietud ética se encuentra presente en casi todos los temas de la opinión pública en la búsqueda del tan ansiado desarrollo democrático, inexistente por estos días; y se evidencia que el diagnóstico del presente y la reflexión sobre el futuro del país son inseparables de cuestionamientos de índole ética.
No se trata sólo de la reacción de los ciudadanos indignados ante la grosera corrupción del gobierno actual ni la de protestas contra una procuración de justicia incapaz de dar solución satisfactoria a los crímenes políticos; tampoco se trata de apelar a principios morales para resolver los conflictos entre la legalidad formal y la justicia sustancial. En el actual momento, la preocupación por establecer referentes éticos es mucho más: confesión implícita de un gran vacío en la filosofía política en que descansa la convivencia ciudadana y búsqueda de criterios válidos para interpretar nuestra vida pública y regular sus inminentes transformaciones.
Más que reforma del Estado, lo que inconscientemente se busca y se desea es un cambio en las reglas éticas de la vida pública y en las justificaciones de las decisiones relacionadas con el bien común.
Lo que buscamos en este momento, quizás sin saberlo, es una nueva idea del bien colectivo; una definición del bien global del que se desprendan los bienes particulares, que reciba consensos suficientes para fundamentar las conductas de gobernantes y gobernados y dar legitimidad moral al modelo de desarrollo.
El resultado es hoy un compás de espera, vacío de propuestas éticas. El venezolano no tiene respuestas a preguntas fundamentales de índole moral como las siguientes: ¿En función de qué se distribuyen los beneficios del desarrollo? ¿Qué criterios norman el acceso a los puestos públicos? ¿Cómo se limita el poder político, y a quién y cómo dan cuenta de su desempeño los funcionarios? ¿Cómo se garantiza que las acciones del poder judicial sean independientes de intencionalidades políticas? ¿Qué protege al derecho a la información? Y las preguntas pueden continuarse hacia cada campo de la vida pública: el electoral, el educativo, el laboral, el internacional. En todos ellos se echa de menos una idea compartida de bien público que obligue a la sociedad a corresponsabilizarse y comprometerse con el logro de ese bien, cosa que hoy en el actual sistema político venezolano no existe, y al parecer, no se quiere que exista.
Construir una ética pública en la presente situación no será tarea fácil ni rápida. Subsisten y subsistirán en el país culturas éticas muy diversas: la del catolicismo tradicional y la del renovado, la de los libre pensadores anticlericales, la de la modernidad científica, la de la izquierda radical contra la derecha rancia, y ¿los del centro?; ¿donde quedan los social demócratas? ¿o los social cristianos? Cada tendencia tiene su propia definición de bien público y muchas alimentan intolerancias e incomprensiones. ¿Cómo construir una ética pública a partir de éticas privadas tan disímiles? ¿Cómo construirla, además con un sistema político inmoral que regala dinero y bienes del Estado como si fuera cosa propia?
La tarea corresponde a un amplio elenco de actores: a quien le toque gobernar (no incluyo aquí al actual gobierno, sino al que le suceda, algún día) a quien corresponde definir, sobre todo con sus comportamientos, las reglas de juego de una auténtica democracia; los partidos políticos que debieran reelaborar los componentes éticos de sus idearios encarnándolos en la realidad del país (si no, véase lo que sucede en Primero Justicia con una posible dictadura interna, o Acción Democrática); los líderes sociales a quienes compete cotejar las nuevas propuestas de moral pública con la vivencias de los ciudadanos; y los investigadores especializados en filosofía política y filosofía moral de quienes se espera crítica, fundamentación y sistematización de este esfuerzo colectivo.
Todos debieran converger en un debate abierto del que vayan brotando los planteamientos de la nueva ética pública que necesitamos.

No hay comentarios: