lunes, 7 de mayo de 2012

EL MAYO SOCIALDEMÓCRATA: RAPIDA VISITA AL TRIUNFO DE FRANCOIS HOLLANDE

EL MAYO SOCIALDEMÓCRATA: RAPIDA VISITA AL TRIUNFO DE FRANCOIS HOLLANDE La izquierda democrática europea ha renacido este 6 de mayo en Francia. François Hollande, de 57 años, será el próximo presidente francés tras confirmar los pronósticos e imponerse con el 51,67% de los votos a Nicolás Sarkozy. El triunfo de Hollande, abre una nueva etapa tanto en Francia como en Europa, y pone fin al agitado reinado de Sarkozy, que durante cinco años ha presidido el país con su peculiar estilo, entre el personalismo y la hiperactividad. El cambio empieza ahora. La austeridad no puede ser una condena", proclamó por su parte Hollande. El socialista ha anunciado su intención de renegociar con Berlín el rígido tratado de austeridad. Con su calma proverbial, el líder socialista pronunció el discurso de la victoria en la plaza de la catedral de Tulle, el pueblo del que es alcalde y donde pasó su jornada de gloria recibiendo besos y abrazos de los lugareños. Dijo que “el cambio tiene que estar a la altura de Francia”, prometió “ejemplaridad institucional”, y con un toque de lirismo, invitó a los franceses a “sobrevolar las estrellas” y cumplir “el sueño francés del progreso”. 1.- HOLLANDE VS. HOLLANDE ¿QUIÉN ES ESTE HOMBRE? Sobrio, discreto. François Hollande, tras más de veinticinco años de militancia al Partido Socialista Francés, y tras ocupar casi todos los espacios de poder de su partido, sin hacer demasiado ruido, ha llegado al final de su carrera de fondo. Abogado de cincuenta y siete años, hijo de la clase media francesa -su padre era un otorrino de extrema derecha-, pausado, sosegado y con fama de conciliador, Hollande ha conquistado al electorado francés cuando nadie hubiera apostado por ello hace tan solo un par de años, cuando el socialismo francés deambulaba, huérfano de un líder sólido tras el fracaso de Ségolène Royal. Una cosa hay que tener en cuenta: podría decirse que casi es presidente por accidente. Hollande no habría llegado siquiera a la candidatura socialista en las presidenciales de Francia si no fuera por el escándalo sexual que el año pasado dejó fuera de juego al hasta entonces claro favorito de los socialistas, Dominique Strauss-Kahn. Con el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional fuera del juego, las puertas se abrieron a Hollande, comenzó su carrera política como asesor económico del ex presidente francés François Mitterand y que a finales de los años 90 tomó las riendas del Partido Socialista como secretario general. “Siempre he querido la unión de la izquierda, pero incluso más: la de los republicanos”, dijo en su primer discurso tras ser elegido presidente. El apoyo de los demás partidos de izquierdas franceses como el mal menor, además del apoyo oficial del centrista François Bayrou, han permitido la victoria del socialista. Hollande se convierte así en el segundo presidente de izquierdas de la Quinta República -tras su mentor François Mitterrand, que lo fue entre 1981 y 1994-, y devuelve al Partido Socialista a lo más alto del Estado francés tras diecisiete años de poder conservador. “Seré el presidente de todos los franceses, seremos una sola Francia, una sola nación reunida ante el mismo destino”, dijo. “Todos tendrán los mismos derechos y deberes, nadie será discriminado”. 2.- HOLLANDE Y EUROPA: CONTRA EL PLAN DE AUSTERIDAD No quiere perpetuar el llamado eje “Merkozy” (juego de palabras con los apellidos de Nicolas Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel) y en su primer discurso como presidente de la república francesa lanzó un mensaje a la canciller alemana: “La austeridad no podía seguir siendo una fatalidad del destino. Esa es mi misión: dar una visión de crecimiento. Esto es lo que diré lo más pronto posible a nuestros socios europeos y a Alemania”. Hollande reiteró que sus prioridades serán la igualdad, la juventud, la justicia social, la educación, “y la reorientación de Europa hacia el crecimiento y el empleo”. Su asesor especial Jean-Marc Ayrault, alcalde de Nantes y previsible futuro primer ministro, dijo que “la clave ahora será recuperar a Europa, reorientarla hacia el crecimiento, la competitividad y la protección”. Pierre Moscovici, director de la campaña de Hollande, aseguró que Angela Merkel telefoneó anoche al ganador para invitarle a visitar Berlín en los próximos días. Hollande agregó que está consciente que “Europa nos mira” y dijo estar “seguro de que en muchos países europeos (su victoria) ha es recibida como un alivio, una esperanza" porque "la austeridad no podía ser una fatalidad”. Con cierto toque de altivez, señaló que “No somos un país cualquiera del planeta, somos Francia. Y como presidente de la República me corresponderá llevar las aspiraciones que siempre han sido del pueblo de Francia: la paz, la libertad, la responsabilidad”, o el derecho de cada pueblo de emanciparse de las dictaduras. Hollande sostiene que el rigor fiscal debe ir acompañado del estímulo de la economía y anunció que desea renegociar el pacto fiscal europeo para incluir políticas que favorezcan el crecimiento. En su programa se contempla aplicar más impuestos a los ciudadanos más ricos, hacer hincapié en la creación de empleo para los jóvenes y “unir” a los franceses en un gobierno de “justicia social”. El proyecto de Hollande está teniendo ecos en Europa. Las declaraciones de dirigentes europeos sobre la necesidad de fomentar el crecimiento para superar la crisis se multiplicaron en las últimas semanas. En una entrevista al diario Il Sole 24 Ore, el expresidente de la Comisión Europea y ex primer ministro italiano, Romano Prodi, llamó a la creación de un pacto entre Francia, Italia y España para impulsar la reactivación de la economía, sin que ello signifique oponerse a Alemania. La victoria de Hollande tiene de esta manera un relevante componente europeo, en un país de fuerte pulsión antieuropeísta, y puede ser leído como un mensaje contra la austeridad ciega impuesta por Alemania en los últimos tiempos. En primer lugar, porque supone el abrupto final del directorio Merkozy, que ha guiado, probablemente de forma autoritaria, el timón de la UE durante el último lustro. Y segundo porque Hollande ha sido el primer político del continente que ha rechazado formalmente la línea de rigor fiscal sin crecimiento. Después de su victoria parcial en el primer turno, Merkel, la Comisión Europea y el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se han apresurado a asumir algunas de sus tesis, si bien con matices distintos. Berlín sabe que ahora la segunda economía de la zona euro tiene un Gobierno socialista. Pero la superioridad económica alemana y el ánimo desconfiado de muchos de los votantes de Merkel hace difícil pensar que Francia será capaz de equilibrar la balanza. Con las cuentas públicas muy comprometidas por el peso del Estado del bienestar (56% del PIB) Hollande sabe que Francia no podrá invertir lo que necesita, y su ambición es convencer a Merkel de que hace falta abrir una fase de inversiones y de estímulo. 3.- HOLLANDE Y LOS COMUNISTAS: LA RACIONALIDAD ANTE TODO Francia votó en contra de la Constitución europea en mayo de 2005, y el proyecto de Constitución europea se vino abajo; siete años más tarde, en otro mes de mayo, la elección presidencial en Francia termina con un giro a la izquierda, que envía un mensaje contrario al de la austeridad a ultranza establecida por los poderes conservadores a lo largo de la Unión Europea. Ya había una primera ministra socialdemócrata en Dinamarca, y también un jefe de Gobierno socialista en Bélgica, ambos en coalición, pero el triunfo de François Hollande representa una excepción de un calibre mucho mayor, un hecho político de primer orden. Este resultado es el fruto de una “coalición” que no lleva ese nombre, pero en realidad representa la convergencia de centristas, socialistas e izquierdistas en contra de Sarkozy. El apoyo inequívoco de los comunistas y de la extrema izquierda, encabezados por Jean-Luc Mélenchon, puede condicionar a Hollande con sus exigencias para dar un fuerte impulso a la política del gasto y aumentar los costos salariales. Sin embargo, la maniobra de última hora llevada a cabo por el centrista François Bayrou, que anunció su apoyo a Hollande cuatro días antes de la votación, permite al presidente electo un juego de contrapesos más amplio. Hollande, que ha aprendido a vestir el traje de presidente imitando a su maestro Mitterrand, ya había probado sus habilidades precisamente en la forma de desenvolverse entre las figuras de su partido y en los tratos con otros grupos de izquierda. Por ese lado tendrá problemas, pero no insuperables. 4.- HOLLANDE Y LA DERECHA: LAS FINANZAS EN SU SITIO Las complicaciones para el nuevo presidente francés vendrán más bien de la relación con el mundo del dinero. Colocar a las finanzas “en su sitio” es uno de los mensajes más fuertes de Hollande a lo largo de la campaña electoral. En lugar de grandilocuencias a lo Sarkozy, que lanzó a los cuatro vientos la retórica de la “refundación del capitalismo” cuando estalló la crisis financiera internacional, Hollande ha preferido un gesto muy concreto: la promesa de llevar hasta el setenta y cinco por ciento la tasa marginal del impuesto sobre la renta de las personas que superen el millón de euros al año. El impacto ha sido considerable entre las grandes compañías francesas y las multinacionales instaladas en este país, y en general en el mundo de las empresas, a las que pretende incrementar las cotizaciones sociales. Sin duda, muchas personas de esos sectores comparten la portada del semanario británico The Economist del 28 de abril, dedicada al “bastante peligroso señor Hollande”. Sin olvidar los sesenta mil nuevos puestos prometidos en la educación nacional a lo largo de cinco años, que da otra medida de la excepción francesa en una Europa dominada por la idea del adelgazamiento del Estado. Pero el presidente electo no es ningún peligroso izquierdista. El triunfo de Hollande sanciona el fracaso de la campaña extremadamente derechista de Sarkozy, que intentaba movilizar a su favor todo el voto de la ultraderecha para conservar, a la desesperada, el palacio de El Elíseo. No ha podido escapar a la ley de hierro de los líderes políticos atrapados por la crisis económica y financiera que se ha abatido sobre Europa. ¿Hasta qué punto se extenderá el Frente Nacional de Marine Le Pen, a costa de la derecha derrotada en las urnas del 6 de mayo? Una derecha radicalizada y ampliada, bajo el mando y las ideas de la jefa extremista, no sería tanto una excepción francesa, como un faro cuyos destellos pueden movilizar a los populismos que actúan en gran número de países de la Unión Europea. La tarea del poder de izquierda encarnado por François Hollande tiene que contribuir a que la ultraderecha no continúe seduciendo cada vez a más gente en Francia y, por extensión, en el conjunto de Europa. Ahora la derecha francesa tiene por delante una difícil tarea de recomposición de cara a las legislativas del 10 y el 17 de junio. Sarkozy anunció que no liderará su partido, la UMP, en ese trance. Mientras, el modelo original, Marine Le Pen, que sale de la cita convertida en la nueva brújula de la derecha francesa, llamó anoche a construir una nueva oposición “ideológicamente fuerte” y “digna de confianza”. La presidenta del Frente Nacional pronosticó que Hollande “decepcionará pronto, primero a los suyos y luego a Francia”. 4.- LAS OFERTAS DE HOLLANDE Tras la victoria Hollande, la Unión Europea observará con cautela los primeros movimientos del presidente electo, quien defiende unas medidas económicas más cercanas al crecimiento que a la austeridad. Entre las medidas que François Hollande se ha comprometido a aplicar en las primeras semanas de su mandato se encuentran un tope temporal al precio de la gasolina y un aumento en el subsidio que se da a los padres con niños en edad escolar. Asimismo, quiere revertir parcialmente la decisión de Nicolas Sarkozy de subir la edad de jubilación a sesenta y dos años. Con Hollande como presidente, los ciudadanos que empezaron a trabajar a los 18 años podrán retirarse a los 60. Posteriormente, en una sesión parlamentaria extraordinaria, convertirá en ley los puntos principales de su programa presupuestario. Estos incluyen la ya mencionada nueva tasa de impuestos del setenta y cinco por ciento para aquellos con ingresos superiores al millón de euros, la contención de ciertas exoneraciones fiscales, y una nueva tasa a los bancos y las compañías petroleras. Quiere crear sesenta mil puestos de trabajo en el profesorado en cinco años así como ciento cincuenta mil puestos de funcionariado para los más jóvenes. 5.- HOLLANDE Y LA ECONOMÍA: ¿QUÉ LE DEPARA EN EL ELISEO? Según Sophie Pedder, corresponsal en París de la revista The Economist, “con su programa, los ingresos por impuestos subirán en Francia sin un aparente esfuerzo por reducir el gasto a un nivel manejable”. “Actualmente, el gasto público de Francia es el cincuenta y seis por ciento del producto interno bruto, más alto que en Suecia. Por tanto, es un país que ya cuenta con un nivel alto de impuestos y de gasto, y Hollande quiere subir los dos”. Los mercados de bonos, que recaudan el dinero que Francia pide prestado para poder mantener su economía en marcha, ya lo están observando de cerca. En enero, la agencia de calificación de riesgos Standard & Poors rebajó el estatus francés de deuda soberana desde la clasificación más alta AAA. Si los mercados perciben la más mínima sospecha de que el gobierno francés está dejando que el gasto se dispare, subirán las tasas de interés que cobran por prestarle dinero a Francia. Y esto, dice Pedder, conduciría al fin de los grandes esquemas socialistas de Hollande. Pero los defensores del programa de Hollande dicen que sus planes son perfectamente realistas, y rechazan con enfado las acusaciones que dicen que el Partido Socialista quizá sea incapaz de controlar el presupuesto. “Déjennos intentar escapar de las caricaturas”, sostiene Thomas Piketty, profesor en la Escuela de Economía de París. “En los años 90 fueron gobiernos socialistas los que prepararon a Francia para la entrada en el euro, que se tradujo en una reducción aguda del déficit”, continúa. “Los gobiernos socialistas quieren gastar el dinero en vivienda, educación y buenos servicios públicos. No quieren que el dinero se utilice para pagar intereses sobre la deuda. Así que tienen más incentivos que la derecha para controlar el déficit”, agrega. 6.- EL HOMBRE NORMAL, EL PRESIDENTE NORMAL Se le acusó de no tener el carisma necesario para luchar en una gran elección, pero también ofreció siempre el perfil de la oscura eficacia y mano izquierda para conciliar los intereses más enfrentados de su partido. François Hollande, fue un militante normal, un secretario general normal, y ahora, ¿será un presidente normal como prometió en el debate con Sarkozy, el más hiperactivo presidente que se recuerda en Francia? Como candidato prefería viajar en tren, hacer las compras en su zona de residencia y tener contacto directo con la gente. Hoy, François Hollande apuesta por una “presidencia normal”, que concibe como una nueva forma de dirigir Francia, opuesta a la de Sarkozy. “No me gustan los honores, los protocolos ni los palacios. Yo reivindico la simplicidad, que no es modestia, sino la marca de una auténtica austeridad. Me gusta la gente, cuando otros están fascinados por el dinero”, repitió durante la campaña. ¿Vivirá en el palacio presidencial del Elíseo? “Si es posible, me quedaré donde vivo”, dijo su concubina, Valérie Trierweiler, aunque reconociendo que podría ser complicado seguir residiendo en su piso del suroeste de París, por razones de seguridad. En una Francia que a menudo es calificada de monarquía republicana a raíz del gran poder del presidente y la importancia del protocolo, el estilo de Hollande se resume un pocas palabras: “constancia”, “respeto”, “unión”. Él mismo esbozó el retrato de un presidente normal: “Tiene que ser al mismo tiempo cercano y respetado, y para ello tiene que ser respetable”, “dar el impulso, pero no ocuparse de todo”. Todo reposa en ese equilibrio, en opinión del centrista Dominique Paillé. “Un presidente normal va al tajo en los ámbitos de regalía (relaciones exteriores, defensa), pero no mete las manos en la harina, como lo hacía Nicolás Sarkozy, que intervenía todo el tiempo sobre todo”. Durante el debate de campaña, recalcó: no será el “jefe de la mayoría”, “no tratará a su primer ministro como a un colaborador” y no nombrará arbitrariamente a jueces ni a directivos de los medios de comunicación estatales. Como presidente de la República, ganará menos y hará que se ponga fin a la inmunidad judicial total de que goza hasta ahora el jefe de Estado durante su mandato.

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